domingo, 24 de febrero de 2013

El viejo Darwin vuelve al ruedo

Sábado, mediodía, me acabo de levantar, baño, leo...

“...pareidolia proviene de los vocablos griegos para (“junto” o “adjunto”) y eidolon (“figura” o “imagen”), y se trata de “un fenómeno psicológico que involucra un estímulo vago y aleatorio que puede ser percibido erróneamente como significativo”. En pocas palabras, estamos acostumbrados a ponerle nombre a todo: nos cuesta mucho ver algo abstracto sin ver formas. Nuestro cerebro cree ver cosas o personas, intentando asociar directamente el estímulo con lo que encuentre más parecido dentro de la memoria predictiva."

Dejo de citar el texto que leo para mostrarles esta famosa pareidolia de la cara de Cristo, que realmente es un bebé sentado en las piernas de su padre:




Continúo citando...

"Digamos que es imposible no ver lo que allí en realidad no está. Carlos Álvarez, profesor de psicología cognitiva de la Universidad de La Laguna, indica que esto es una ventaja evolutiva. Investigaciones en recién nacidos determinaron que estos identifican fuertemente cualquier estímulo visual que tenga alguna semejanza con una cara humana, así sean dos puntos y una raya. Es una capacidad innata. La ventaja evolutiva parece estar en el hecho de que, ante la duda, es preferible huir de algo que parece una amenaza antes de quedarse y cerciorarse de que es así. 'Se suele asumir que el ojo funciona como una cámara de fotos y el oído como una grabadora. La psicología sabe desde hace siglos que no es así. Nuestro cerebro está preparado y diseñado para encontrar patrones hasta donde no los hay'.”

Me quedo pensando, le comento a mi esposa y vuelvo al tema que he tratado en otras entradas: los seres vivos vienen al mundo con un único instinto primario, el de supervivencia del individuo, y todos los demás instintos son secundarios. Todos los reflejos innatos que acompañan a los individuos al nacer son para garantizar la vida. Todos los sistemas de percepción de los individuos están diseñados ante todo para identificar el peligro y la comida.

Los recién nacidos tienen fundamentalmente desarrollados el oído y el olfato, para poder identificar el peligro y a la madre. Es importante destacar que el oído está estrechamente vinculado a la ubicación espacial y a la conservación del equilibrio, algo muy importante para poder huir de los peligros. Posteriormente comienza el desarrollo de la vista. Al inicio, los recién nacidos solamente ven manchas de colores, pero son capaces de asociar la voz que proviene de cierta mancha que cambia de tamaño (la boca) con cierto grupo de manchas de colores (la cara de mamá) que, por alguna razón incomprensible, siempre se desplazan juntas sobre otro fondo de manchas inmóviles (las paredes, el inmobiliario). Y si debajo del grupo de manchas móviles que suena como mamá hay una mancha oscura sobre otra más clara y huele a comida, ese grupo de manchas es definitivamente mamá. Además, resulta que hay distintos grupos de manchas móviles asociadas a distintas voces (papá, abuela, el perro, etcétera) y grupos de manchas que a veces se mueven con una voz extraña y a veces están fijas y en silencio (los muñecos de peluche).

La determinación de "lo que se mueve" es muy importante para poder sobrevivir, tanto para las presas como para los depredadores. Fíjense que cuando una persona no quiere que lo vean, lo primero que hace es quedarse quieto, es decir, trata de dejar de ser "figura" para convertirse en "fondo". Esto es, de hecho, lo que justifica el mimetismo en la Naturaleza. Las presas se mimetizan o se quedan quietas para ocultarse de los depredadores, mientras que los depredadores lo hacen para acercarse inadvertidos.

Con el pasar del tiempo, el ojo va aumentando su capacidad de delinear las figuras. En mi opinión, la capacidad de delineamiento de las figuras está directamente relacionada con el aumento del poder de resolución del ojo, lo cual permite definir cada vez mejor dónde hay un cambio brusco de colores. Es importante destacar que el cerebro aprende a identificar bien las sombras, y a no confundirlas con un cambio de la textura o con otro objeto. ¿Cómo hace eso el cerebro? No creo que sean cálculos de proyecciones de la luz ni nada por el estilo. Pienso que debe ser alguna operación sencilla con colores, es decir, el cerebro de alguna manera "aprende a sumar colores", y "sabe" que si sobre una pared de color verde claro cae una sombra, el resultado será una pared de color verde oscuro.

La determinación misma de los bordes de los objetos puede consistir en una o varias operaciones XOR de las matrices de conos y bastones de cada ojo. (Recordemos que la separación entre los ojos permite obtener dos "fotos" casi idénticas de una misma imagen en cierto instante de tiempo.) La determinación de los bordes de las figuras es muy importante para los seres vivos, porque hace que sea más fácil identificar los patrones y, por ende, los peligros. Considero que los problemas de figura y fondo yacen fundamentalmente en una única cuestión: a qué cosa concreta el cerebro asocia el borde. En Matemáticas la diferencia entre un conjunto abierto y uno cerrado radica precisamente en la existencia de un borde. Quizás la aplicación de los conocimientos de Teoría de Conjuntos a los problemas de la percepción ayuden a avanzar en la comprensión del funcionamiento del cerebro. También la identificación de los patrones puede consistir en una o varias operaciones XOR. Por ejemplo, al efectuar una suma XOR de una figura percibida con cada uno de los patrones, el patrón que dispare menos neuronas es el buscado.

Soy partidario de la simplicidad. Estoy profundamente convencido de que toda vez que las explicaciones a los fenómenos naturales son complejas es porque todavía no hemos comprendido bien la cosa. Todo lo creado por la Naturaleza ha tomado muchos millones de años, y esto es suficiente tiempo para que la Naturaleza encontrara las soluciones más simples y energéticamente más económicas. Los procesos de percepción, interpretación de los estímulos y reacción del individuo son sumamente rápidos y deben estar compuestos de operaciones muy simples que hay que descubrir. Toda esa extrema velocidad de procesamiento y reacción del cerebro es consecuencia de la eterna necesidad de los individuos de sobrevivir a los peligros, así que después de tanto quemarme el coco, vuelvo a algo tan viejo como las Leyes de Darwin. Pura dialéctica...

domingo, 27 de enero de 2013

Mis demonios...

Hoy mi esposa y yo retomamos una tradición que habíamos abandonado varios meses: ella me comparte por las mañanas los libros que lee, y casi siempre ocurre que nos surge alguna idea y terminamos filochofando. Ella ahora está leyendo un libro de Edgar Morin titulado "Mis demonios", que viene siendo una autobiografía del creador de la teoría del pensamiento complejo. El autor narra en el prólogo la enorme cantidad de información que ha tenido que roer, habla de la transdisciplinariedad, lo que nos llevó a recordar a los grandes hombres del pasado, como Da Vinci...

Comparando el pasado y el presente vemos que, en tiempos pasados, la ciencia estaba en manos de pocos hombres que tenían conocimientos vastos en muchas materias simultáneamente, mientras que hoy la ciencia está en manos de muchos hombres que manejan conceptos muy profundos pero en áreas muy específicas del conocimiento. ¿Por qué ha ocurrido ese cambio? Simple: por el crecimiento brusco de la cantidad y la disponibilidad de la información. Todo parece indicar que si se quieren lograr avances científicos relevantes en la actualidad, la solución consiste en el trabajo en colectivo, en la creación de grupos interdisciplinarios para la investigación de los grandes problemas.

Quizás el ejemplo más famoso de colaboración interdisciplinaria sean las Conferencias de Solvay organizadas desde 1911 por el químico, industrial y mecenas belga Ernest Solvay, en las que participaron personalidades como Albert Einstein, Henri Poincaré, Max Planck, Paul Dirac, Erwin Schrödinger, Werner Heisenberg, Wolfgang Pauli, Max Born, Niels Bohr, Walther Nernst, Marie Curie, el propio Ernest Solvay, Maurice de Broglie, Ernest Rutherford, Marcel y León Brillouin, Hendrik Lorentz, Heike Kamerlingh Onnes, Jean Perrin, Arnold Sommerfeld, Albert Michelson, Wilhelm Wien, Auguste Piccard, Peter Debye, Paul Ehrenfest, Irving Langmuir, Robert Oppenheimer, Ilya Prigogine, Georges Lemaitre y muchas otras eminencias de la primera mitad del siglo pasado.

En mi modesta opinión, creo que ya es hora de que TODOS los actores de los distintos procesos investigativos tomen conciencia de una vez y para siempre de que el volumen de información no va a disminuir con el tiempo, por tanto, para  resolver los nuevos y cada vez más complejos problemas que se presentan a la Humanidad, el único instrumento disponible es la creación de grupos interdisciplinarios, que vienen siendo como los equivalentes modernos de los Da Vinci del pasado.